Una lírica que atraviesa todos los géneros, desde el tango, la romanza y las zambas, hasta la balada rock. La Argentina ha sido un país pródigo en melodías, y en el momento de celebrar el Bicentenario es oportuno recordar el largo recorrido de la música que, desde la casa de Mariquita Sánchez de Thompson hasta la actualidad, acompaña e identifica a los argentinos. Si bien la Argentina ha sido un país pródigo en melodías, que de alguna manera responde a su diversidad social y cultural, sólo podemos hablar de música argentina en plural, salvo que alguien crea que todos están contenidos en el tango. Pero también hay un rasgo que marca su idiosincrasia y que consiste en la relación
conflictiva entre una línea musical tradicional y otra moderna. Por ejemplo, el Nuevo Cancionero del folclore de los 60 fue resistido por el tradicionalismo y lo mismo sucedió con Piazzolla y la cultura del tango. En la órbita de la creación académica se manifestó este tipo de disputa: Alberto Ginastera versus Juan Carlos Paz, por caso. Uno de los actos de apertura del Bicentenario se refirió a los 40 años del rock en la Argentina, un género que había cobrado entidad en los sectores juveniles estadounidenses al promediar los años 50. “Fue la resultante de un proceso de apropiación de la música popular negra – rhythm and blues – por parte de jóvenes “blancos” que, al corporizar la gestualidad “negra”, construyeron una identidad cultural nueva, socialmente revulsiva y de fuerte significación etaria” explica Sergio Pujol, investigador del Conicet. Y agrega que “originariamente, el rock sólo fue posible en una sociedad signada por la segregación racial y la estabilidad capitalista. Ese doble movimiento de identificación con el Otro excluido y de pauta de consumo generacional está en la base de rock como fenómeno socio-cultural”. Pero si bien nació en los Estados Unidos, el rock se expandió por el mundo al fragor de las industrias culturales, en medio de un proceso de americanización de la comunicación y la cultura propio de la posguerra y del cuadro de situación de la guerra fría. Ese primer impulso rockero no generó demasiado interés en la Argentina, más allá de las recreaciones del rock and roll como música de baile. Sólo a partir de Los Beatles y la fase británica de la música joven, el rock/pop penetra en la conciencia de una parte de la juventud argentina. “Para entonces, el rock será punta de lanza de un movimiento más amplio denominado contracultura”, advierte Pujol.
La “cultura rock”
La nueva música ópera, al menos en sus primeros años, como epicentro de un conjunto de prácticas y valores juveniles que salió a confrontar con el sistema en todos los órdenes. El rock va a contrapelo del gusto institucionalizado, de los géneros tradicionales, de las normas morales y el autoritarismo cotidiano de ancien régimen de los padres, de las formas más comerciales de la música popular; etc. Pero, a la vez, busca arraigar en la Argentina; el cosmopolitismo de una identidad joven horizontal le resulta insatisfactorio. Por eso hay un rock “en castellano”, con canciones de Litto Nebbia, Moris, Tanguito, Miguel Abuelo, Manal y Almendra. La ironía es que mientras el rock se afirma en oposición a la música de los padres– el tango, principalmente, como principal vector de identidad nacional -, también busca ser parte de una lengua nacional, si bien desde los márgenes de ésta, cuestionándola y a veces parodiándola, como cuando Billy Bond y La Pesada grabaron una versión en solfa de “La marcha de San Lorenzo”. Más tarde, Charly García arregló para teclados y voz el Himno Nacional.
El rock, en un escenario políticamente ¿incorrecto?
El rock da sus primeros pasos en la Argentina bajo la dictadura de Onganía.y en ese sentido, se puede hablar de una intransigencia juvenil que afronta las políticas de disciplina social. El rock se afirma, efectivamente, sobre un constante ejercicio de disenso. Se trata de un movimiento paralelo al de la insurgencia política y recibe un hostigamiento similar por parte del gobierno y los aparatos del estado. "El comisario Margaride y sus razzias en Buenos Aires forman parte del lado negro de la historia del rock argentino” recuerda el investigador. “Como ironiza Miguel Cantilo, hay “coiffeur de seccional”: cortes compulsivos de cabello, detención en la comisaría por averiguación de antecedentes, según los edictos policiales, etcétera”. Se trata de una ola anti modernizadora, que se expresa también en la censura de libros tachados de obscenos ó pornográficos, cortes de películas y clausura de exposiciones del Di Tella. Por supuesto, esa situación se hará más dramática entre el 76 y el 83, con los camiones del ejército estacionados en las puertas de los recitales, llevándose gente al boleo. Pero hay un patrón represivo común, una cierta continuidad entre Onganía y Videla, parcialmente acompañado por la sociedad civil, para la que el rock resulta ser “esa música de drogadictos y afeminados”.
Cambia, todo cambia
Así como la identidad del tango se refiere a un pasado ideal, la idea de innovación es inherente a la cultura rock. El rock siempre fue un movimiento que prestigió la novedad, el cambio, el nacimiento de una nueva sensibilidad. Los ismos del rock han sido tan febriles y pasajeros como las vanguardias de los años 10 y 20. Pop, progresivo-sinfónico, punk, heavy metal, new wave, grunge, electrónico… En la Argentina, la serie estilística está “intervenida” por esa idea de apropiación nacional tan curiosa y tan representativa de los avatares culturales y políticos las últimas cuatro décadas. Es como si la música joven fuera un texto internacional traducido simultáneamente o con un pequeño desfase o delay. Ahora bien, desde los 90 al Bicentenario se percibe una cierta “latinoamericanización” del rock, ahora más atento a la cumbia, la salsa o las músicas tradicionales de la Argentina que a traducir los ismos centrales. Y como todo cambia se puede ver en el rock un gesto más conciliador entre los ciudadanos de este continente.