No, no eran amigos íntimos. De hecho, hasta fueron rivales durante mucho tiempo- interrumpe Sebastián Ortega-. Cuando yo era chico, mi papá le ganó un juicio, y Charly tuvo que salir a retractarse -se larga a contar-. Por eso, después me resultó muy gracioso verlos juntos en el estudio de grabación cuando se hicieron amigos. Eso fue dos o tres años antes de que lo internaran a Charly. Después, Charly estuvo viviendo con mis viejos durante un año y pico. Hasta tenía su lugar fijo en la mesa, como tenemos todos los integrantes de la familia. Nuestras reuniones familiares siempre fueron muy pero muy íntimas, y Charly pasó a ser parte de esa intimidad.
Yo le dije que estaba loco. Fue así: yo me entero por un amigo, Javier Furgang, que es un agente de prensa. Un día llama, y me dice: “¿Es verdad que tu viejo firmó una responsabilidad frente a la jueza y que se lo lleva a Charly a vivir a su casa?”. “No, estás loco”, le contesto. “Mirá que me llegó la información”, insiste. Entonces, lo llamo a mi papá, y atiende mi mamá. “¿Es verdad que...?”, antes de que terminara la pregunta, ella me pasa con mi viejo. “¿Es verdad que va Charly a internarse en el campo y que vos vas a estar un poco a cargo de su rehabilitación?”, le pregunto. “Sí”, contesta. Y yo reacciono: “Vos estás loco; estás loco, te vas comer un quilombo, porque es una responsabilidad muy grande. Y aparte, estadísticamente, es muy difícil que una persona se recupere a la edad de Charly con un historial como el de él.” Mi viejo dice: “Es algo que siento que tengo que hacer”. Entonces, fui muy respetuoso: “Bueno, si vos lo sentís así, hacelo, y contá conmigo”.
¿Tuviste celos al ver que Charly se incorporaba a tu familia como un integrante más? No, tengo 37 años: si a esta edad me pongo celoso, soy un pelotudo. Siempre que mi viejo encara un desafío, trato de estar lo más cerca posible. En este caso, también traté de acompañarlo, aunque durante los primeros meses, que fueron los más duros porque Charly estaba en período de abstinencia, nosotros sólo podíamos ir a comer o a pasar un fin de semana a lo de mis viejos.
Lo más notable es el modo en el que tu papá eligió ayudar a Charly: puso en eso su casa, su esfuerzo personal, su tiempo...
Puso todo; puso hasta su salud: así como vi engordar a Charly, vi adelgazar a mi viejo. Los primeros meses fueron de contención absoluta. Por una cuestión de respeto a Charly no voy a entrar en detalles, pero mi viejo tuvo que ser muy fuerte en ese tiempo.
¿Qué creés que lo movió a cargarse con esa responsabilidad? Varias cosas. Primero el afecto, la admiración de músico a músico que siente por Charly. Y luego, el desafío. Mi viejo vive de desafío en desafío, se nutre con eso.
Y tu mamá tuvo el mérito de haber aceptado...
Sí, yo la veía a mi vieja, que está acostumbrada a tanta privacidad, a levantarse, estar en camisón, a tomar mate, y que de pronto se acostumbró a convivir con Charly y con todas las enfermeras que rotaban para cuidarlo. El cuarto de Charly estaba a cinco metros del de mis viejos. Y al principio, se vivieron momentos difíciles. Por eso siento tanto respeto y admiración por mi viejo. Y tanto orgullo por Charly, porque fue quien hizo el esfuerzo más importante.
Otras veces también se había esforzado, y no logró salir adelante. ¿Por qué habrá sido? Pienso que porque no tenía la contención familiar. A Charly le vino muy bien sentirse parte de una familia, tener esa contención afectiva... Al día de hoy es parte de la familia. Tanto, que él y Julieta viven en el mismo edificio, puerta de por medio. Ahora, Charly es un tipo que está siempre con una sonrisa, y fue maravilloso volverlo a ver arriba de un escenario ¿Qué dice tu papá cuando lo ve así? Está feliz, y se encuentran muy seguido: una vez por semana van a comer juntos.
Fuente: Clarín