Un piano, una voz, varias circunstancias. La versatilidad de Ana Cámera no se restringe a la simple idea de componer canciones variopintas en clave de blues, pop, jazz o candombe. Se dispara, por el mismo carril, hacia un hacer que supera el mero hecho musical. Existe, claro, porque es música, fabrica todas sus canciones, y varias de las que pueblan su disco debut –Historia– ameritan un guiño. “Mujer de instintos” o “Debí decírtelo”, por caso. Pero va a más cuando el hecho de hacer música se rodea de un contexto. De varios: 1) Fue, antes de la “reconversión” de Charly García, una de las chicas con acceso libre a su bunker de Coronel Díaz. “Compartí infinitos momentos musicales con él, un tipo generoso”, desliza ella. 2) Es musa y directora de Contraviento, agrupación de ritmos andinos y brazo musical del Frente Darío Santillán con base en Quilmes. 3) Fue la pata femenina clave en la que Fernando Samalea confió al momento de grabar su disco Alvear, en 2005, y también el ex Bersuit Alberto Verenzuela para su disco en ciernes. 4) Su madre es psicoanalista y ella, como un apéndice de sus genes, enfrenta el dolor componiendo canciones. “Ella me hizo perder el miedo a las cosas ocultas”, dice.
¿Por dónde empezar? Ana se ríe. Lo más fresco es Historia, un disco bello y ecléctico con 11 piezas propias (una de ellas, “A lo mejor”, compuesta con Charly) que presentará esta noche en El Imaginario (Guardia Vieja y Bulnes) junto al saxofonista ecuatoriano Fausto Mora Velasco y su hermano Guido en guitarra. “¿Por qué Historia?... porque las canciones cuentan distintas situaciones y etapas de mi vida, entre los 14 y los 25 años. Cada canción va haciendo una reflexión sobre los sentimientos. Son letras que hablan de las emociones de los seres humanos, específicamente de esa transición que va de la adolescencia a la juventud de una mujer”, explica.
–“Mi aire” es la primera. ¿A qué alude? El texto es algo asfixiante...
–Bueno, esa la compuse a los 14 años. “Esencia total de tu locura, misterio abismal de tu persona...” Habla del otro y de su atmósfera, ¿no? Yo creo que el aire es la luz que emana cada persona hacia las otras. Cada quien tiene una atmósfera distinta y yo trato de reflejar eso.
–¿Y cuál es –o era– la “atmósfera” de Charly?
–Una que irradia conocimiento y arte. Conocí muchos artistas, pero nunca a nadie como él. Tiene un conocimiento sobre la vida en general, y la historia, que me llama la atención. Para mí es un genio en muchas áreas, no sólo en una.
–Se dio el gusto de componer una canción con él. ¿Cómo fue?
–Simple: me dijo que tenía ganas de componer una canción y me pidió que sugiriera un tema. A mí se me ocurrió hablar sobre la gente con doble discurso. Hicimos un boceto... él la empezó y me dijo “llevala y completala”. Se lo voy a agradecer infinitamente, de por vida. Eso, y abrirme la puerta de su casa cuando lo fuimos a buscar con mis amigas de una banda de rock. Era una onda “montón de amigos compartiendo música y otras cosas”. De entre casa. Alucinante.
El nexo entre ambos fue Samalea. Y lo mismo pasó con Verenzuela, cuando decidió hacer su propio disco luego de la diáspora de Bersuit. “Tito también es otro artista que irradia conocimiento, pero a través de una propuesta muy bizarra. Bizarrísima. El tiene una oscuridad tremenda y estar con su grupo es un mundo aparte”, se ríe.
Fuente: Página 12