lunes, 3 de enero de 2011

Lo nuevo de Charly y Spinetta: el análisis de Rolling Stone

En Diciembre de 2009, RS publicaba en la tapa del anuario una producción fotográfica que reunía las dos máximas figuras del rock nacional: Luis Alberto Spinetta y Charly García. El primero a punto de embarcarse en una ambiciosa aventura, reuniendo en una noche los músicos y bandas que lo acompañaron en toda su carrera. El segundo, de regreso de una temporada en el infierno, con un recital en Vélez que de alguna manera también operaba como un resumen de su trayectoria. Un año después, ambos están de vuelta. Luis Alberto con el testimonio multimedia de esa noche histórica, Spinetta y las Bandas Eternas. García, con el mítico Kill Gill, trabajo que estuvo a punto de convertirse en un "lost album", con una historia tan accidentada como la de su autor.

De Kill Gill, primer disco de estudio de García en siete años, puede decirse que ésta es por lo menos la tercera versión, y que viene dando vueltas desde 2005. La primera no dejó conforme a Charly, la segunda fue retenida con la excusa de que se filtró en internet, y la tercera, luego de más sobregrabaciones realizadas en 2010, es la que ve ahora la luz como un combo de CD+DVD. El subtítulo, Un disco que se ve, alude al contenido del DVD, con animaciones de las 11 canciones realizadas en torno a pinturas y collages realizadas por el propio García durante el proceso de composición. Charly define Kill Gill como una miniópera, pero encontrar una línea argumental es tan (o más) difícil que en La Hija de la Lágrima. Lo importante es que el álbum producido por Andrew Loog Oldham - aunque el proceso de construcción en estudio, con capas y capas de sobregrabaciones sigue siendo inequívocamente García- trae algunas de sus mejores composiciones en mucho tiempo. Lo que sí puede verse como tema unitario son las referencias autobiográficas en las canciones, expresadas en hallazgos líricos que dejan atrás la simpleza de -por ejemplo- "El Aguante". Empezando por la potente "No Importa", una serie de definiciones ("no importa la revolución/no importa Chopin") que recuerdan el "God" de John Lennon, un link acentuado por la versión traducida (a medias) de "Watching the Wheels", titulada "Mirando las ruedas". Las citas autoreferenciales continúan en "Pastillas" ("el tiempo que me perdí, y todo lo que fue/es como un sueño que no es... te doy este auricular/y un disco para mirar"), cuya melodía, al igual que la de "Telepáticamente", remite al mejor García, el de La Máquina y Serú. Este otro link está reforzado por la reversión de "Transformación", tema originalmente aparecido en Seru '92, con una letra visionaria: "Volveré a abrir tu corazón/aunque me desintegre la trransformación". La ingenuidad melódica de "Corazón de Hormigón" remite a un Charly casi niño y su admiración por el Club del Clan, y la voz del invitado Palito Ortega le sienta a la perfección, además de ser un gesto (musical y personal) de reconocimiento a uno de los artifices de su recuperación. Lástima que García haya elegido incluir tres canciones en inglés, porque "Happy and real" es una composición suprema, que evoca a Brian Wilson y Tom Waits.Urgente, una versión en castellano ahí. El hecho de que haya sido finalmente editado es un logro en sí mismo, pero Charly puede sentirse orgulloso de Kill Gill: ni nostálgico ni arrepentido, su música habla de un artista que sigue creando en tiempo presente.

Quizás lo mejor que pueda decirse de Spinetta y las Bandas Eternas es que el continente le hace justicia al contenido. Durante el año que pasó desde aquel evento único, soñado, realizado el 4 de Diciembre de 2009 en el estadio Vélez, la especulación entre los fanáticos de Spinetta no fue sólo cuándo (saldría) sino cómo (sería el formato) y cuánto (del evento quedaría registrado). Al igual que sucedió con el concierto de más de 5 horas, que superó aún las predicciones más optimistas, la caja Spinetta y las Bandas Eternas es un acontecimiento sin precedentes en el país en cuanto a ediciones discográficas se refiere: 3 CDs, 3 DVDs y dos libros de generoso tamaño y excelente impresión. El primero, Ensayos, con fotos de Eduardo Martí y textos del propio Luis, y el segundo,Show, con fotos de Hernán Dardick. En los CDs no está todo lo que sucedió sobre el escenario de Vélez, pero casi, registrado con un audio estupendo. Los DVDs 1 y 2 contienen el concierto alojado en los tres CDs, y el tercero se titula Backstage, con tomas de los ensayos y reflexiones de Spinetta realizadas con posterioridad al concierto (hay emotivas palabras referidas a Gustavo Cerati y el fallecido bajista Beto Satragni). Puede utilizarse casi como un aperitivo para la escucha del concierto, ya que va presentando a los distintos actores y culmina con tomas de la prueba de sonido, además de contener pantallazos de algunas cosas que quedaron en el camino (por ejemplo, Invisible ensayando "Los libros de la buena memoria", que finalmente no tocaron).

Y ahora queda la difícil tarea - para el cronista - de destacar los momentos sobresalientes dentro de un panorama general de excelencia. No quedan dudas acerca de las reuniones de Pescado Rabioso, Invisible y Almendra: fueron memorables. Invisible "radicalizado" como trío, "así como fue su despertar" (palabras de Spinetta) muestra una elegante solvencia dentro de la complejidad, uniendo vuelo y potencia, abriéndose a la guitarra invitada de Lito Epumer para el homenaje a Tanguito con "Amor de Primavera". Pescado deja aparecer el "timing" de Black, las olas sonoras del Hammond de Cutaia, la guitarra sinuosa de Lebón (que canta "Hola dulce viento", su primer tema registrado en disco), y adquiere un voltaje rockero bien setentista con la aparición de Bocón Frascino en "Me gusta ese tajo". Almendra es, simplemente, "una biblia", como bien define Luis (aún cuando faltan un par de temas de su set). La dignidad conque abordan los vericuetos de esos temas increíbles que grabaron cuando eran casi adolescentes, habla por sí misma. Pero además nos queda la extraordinaria participación de Cerati en "Bajan" y su propia "Té para tres", el espíritu siempre optimista de Fito Páez en "Las cosas tienen movimiento", un renacido Charly en "Rezo por vos", el sentimiento profundo en la voz y la guitarra de Mollo en "8 de Oxctubre", un Juanse asumiendo el legado de Pappo en "¿Adónde está la libertad?". Y los brillantes duetos con tecladistas como Leo Sujatovich en "Maribel se durmió" y Diego Rapoport en "Ella también". Y aún falta destacar su banda estable (con la poderosa viola de Baltasar Comotto y Guillermo Vadalá como todoterreno) en "Tu vuelo al fin", o las referencias a Jade con "Alma de Diamante" (Juan Del Barrio en los teclados) y la evocación a los Socios del Desierto (con Javier Malosetti en batería reemplazando a Daniel Wirtz) en "Bosnia". Como queda reflejado en las casi hiperrealistas fotografías de Martí, la pátina del tiempo ha fortalecido el talento de estos músicos que construyeron buena parte de la historia del rock argentino, profundizando los rasgos definitorios de su arte. Todos ellos aportando sus colores en la paleta de un demiurgo cuyas composiciones siguen inspirando, alumbrando, conmoviendo, como lo prueba este testimonio inapelable de sus 40 años de carrera. Spinetta y sus Bandas Eternas seguirán sonando, aún cuando aquella noche de Vélez sea sólo un lejano recuerdo, tan vívido e inasible como un sueño.

Por Claudio Kleiman

Fuente: Rolling Stone