martes, 20 de julio de 2010

Pequeñas anécdotas de un final anunciado

El chau, chau, chau amplificado y con eco no lo inventó Marcelo Tinelli. Fueron "las últimas palabras" de Charly García el viernes 5 de setiembre de 1975, cuando un Luna Park encendido y repleto celebraba la despedida de Sui Generis. Despedida mítica si las hay, aunque Adiós Sui Generis fue, en realidad, el comienzo del fin. Un fin que tuvo su escenario en un galpón de Caleta Olivia. Y también: el principio de algo. No sólo de la carrera "cada uno por su lado" de Charly y de Nito Mestre, sino también de la segunda etapa del rock nacional. Hay un antes y después de esos dos legendarios conciertos que arrastraron a 30 mil fans al templo del box...


La idea

"Lo de Adiós Sui Generis fue idea mía —dice Charly—. Me inspiré en el Goodbye de Cream (disco despedida del power trío de Eric Clapton que se separó en 1968), donde los tres usaron galeras. Al ver la cantidad de gente que nos venía a ver a los shows se me ocurrió juntar a todo el mundo".

Según Nito Mestre, la idea "fue de Jorge Alvarez", productor de la banda, y su principal impulsor.

Quizás por qué

"Me parecía bueno separarse en ese momento —sigue Charly— porque yo estaba muy copado con los teclados y las posibilidades musicales que me daba la electrónica. Estaba un poco cansado de hacer lo mismo y el piano solo en vivo casi no se escuchaba. Jorge Alvarez no entendía muy bien que quisiéramos separarnos, pero se puso las pilas y salió un buen final".

"Estábamos hartos de hacer el mismo circuito —confirma esta vez Nito—: los shows de 35 minutos, de recorrida de clubes en una misma noche, los conciertos en colegios, las giras por el interior. Y al exterior ¿cuándo? Tocamos una vez en Chile y una en Uruguay. Punto. Y cuando la gente ya sabía todos los temas, era un gasto. Podíamos mover la boca y daba lo mismo. Hemos llegado a cambiar instrumentos, hacer cualquier cosa arriba del escenario, total la gente seguía".

Nito habla, y los recuerdos se entrelazan en una cadena interminable. "Además —sigue— había salido Instituciones, habían entrado Rinaldo Rafanelli (bajista) y Juan Rodríguez (baterista), y nunca podía faltar el solo de bajo, el solo de batería, el solo de teclado. ¡Eran los 70! Yo, mientras tanto, yo me iba a tomar un té. Los shows se empezaron a hacer de goma. y empezaron a ser más aburridos para adentro. Los solos funcionaban como una rebeldía de los músicos para que la gente no cante todo el tiempo. Había algo de: ¡dejame cantar a mí también!".

Nito Mestre le da vueltas al asunto de la separación. "Otro factor era que yo me había ido a vivir con Rinaldo a una casa en Saavedra que bautizamos la rinaldería porque todo el mundo paraba ahí. A veces éramos catorce viviendo en la misma casa. Con David Lebón vivimos como cuatro meses. Era el quinto Sui Generis, siempre estuvo con nosotros. Charly estaba viviendo con María Rosa (Yorio), y nosotros estábamos solteros. Si él salía con nosotros se le complicaba. Entonces nos veíamos para ensayar y a veces ni eso: 'si ya tenemos todo ensayado'. Eso contribuyó a un distanciamiento. A comienzos del 75 hicimos un Coliseo, que fue muy lindo, y después no pasó nada. Un día Charly me dice: 'Che, nos tenemos que separar'. Yo también estaba aburrido. Se lo dijimos a Jorge Alvarez y él planteó algo diferente: cuatro recitales en el Teatro Astral a la mañana. Hicimos el primero y salió todo mal. Ese mismo día tomamos la decisión de separarnos. Fue mientras comíamos un asado. A Alvarez se le ocurrió lo del Luna Park. Entonces vino la mejoría antes de la muerte: como teníamos un objetivo y empezamos a vernos más para ensayar nos entusiasmamos".

Detrás del telón

Charly dice: "Las entradas se vendieron rapidísimo. Me acuerdo que me pasé con un amigo dando vueltas alrededor del Luna Park antes de entrar, viendo a la gente".

Y Nito recuerda: "Me llamó muchísimo la atención porque estaban desde el día anterior haciendo fila. Ahí me dí cuenta del fanatismo. Y después, el frío del Luna Park. Porque cuando entré y lo vi, tan gris y tan frío, era extrañísimo. La prueba de sonido: hacías a y sonabaaaaaaaaa. Asustaba. Antes de empezar, me asomo por el telón y empiezo a mirar a la gente, y sigo, y sigue habiendo gente arriba, por todos lados. Lo llamo a Charly y ahí caímos en la cuenta, estábamos los dos mirando como pibes y dijimos: '¡Mirá lo que hicimos!' Encima, multiplicado por dos. En un momento Charly dijo: 'Les tengo que pedir que se vayan' porque nos apuraban: 'Hay trece mil pibes afuera, así que tienen que terminar a tiempo".

Bancate ese defecto

"Guardo un super recuerdo de esa noche —dice Charly—. Fue un impulso importante para poder seguir con lo mío sin tener que atarme a una manera de hacer las cosas. Yo tenía ganas de hacer un grupo más instrumental y con Sui Generis hubiéramos alienado a la gente. La máquina de hacer pájaros era diferente, la ropa con la que vestía las canciones era diferente".

Y hablando de "ropa", las diferencias se hicieron bien notables ese 5 de setiembre de 1975. Charly apareció con galera, zapatillas y smoking blanco, y estrenó su barba y bigote bicolor, que aportaba un aire "viejo" a esa cara de nene de 23 años. Nito, en cambio, "imberbe", llevaba puesta una camisola colorada, pantalones y alpargatas blancas.

¿Por qué la barba? "Fue una forma de mostrarme un poco más verdadero —dice ahora Charly—. Antes no usaba bigotes y fue una reafirmación del defecto como virtud, un acto freak. Como en la escuela me obligaban a escribir con la derecha siendo zurdo. Mi tema Bancate ese defecto lo explica bien: la persona que es diferente no tiene que abrumarse".

La prehistoria

Los dos recitales, que arrancaron a las 20.30 y que duraron en total cinco horas, resumieron el recorrido de la banda que se formó en 1969, en tiempos de secundario en el Instituto Sociedad Militar Dámaso Centeno. Empezaron como sexteto, pero con el tiempo fueron decantando hasta formar un dúo al que sumaron bajo y batería. Mayo de 1971 fue la fecha que marca el comienzo, con un ciclo de recitales en la sala ABC, al que se sumaron músicos como Luis Alberto Spinetta, Emilio del Guercio, Pedro y Pablo. Luego vinieron las presentaciones en Mar del Plata, y el representante Pierre Bayona se contactó con Jorge Alvarez, productor de Microfón. Firmaron contrato con el "pesado" Billy Bond, que, aunque los trataba de "blanditos", supo ver el filo de ese dúo musical.

Entonces, en escala ascendente, vinieron Vida, Confesiones de invierno, Pequeñas anécdotas sobre las instituciones. Este último fue el disco censurado: no entraron los temas referidos a los militares y a la policía, Botas locas y Juan represión. Pero sí, curiosamente, el que habla de la censura, Las increíbles aventuras del señor Tijeras. "Me parece que el disco quedó mejor, me gusta más Tango en segunda que Botas locas —dice Charly—. Me parece lo mejor de Sui Generis. Marca la preponderancia de los teclados y de la cosa menos sinfónica y más psicodélica".

Cuatro hippies van

A 3 mil pesos de entonces la entrada, con los dos shows se recaudaron 180 millones de pesos. "Nos pagaron cinco mil dólares a cada uno, que en ese momento sería mucho más que ahora. Nos duró desde setiembre del 75 hasta febrero del 76. Porque nos fuimos a vivir a un hotel, el Impala, de Libertad y Arenales. Cada uno tenía su cuarto y empezaba su historia: Charly con La máquina... yo con Los desconocidos de siempre. Y ahí se mudó la rinaldería. Todo el mundo venía todo el tiempo y nos quedamos sin nada."

El recuerdo de Charly es, otra vez, diferente: "Me acuerdo cuando fuimos los cuatro Sui al banco a cobrar. Teníamos todos el mismo cheque por la misma cantidad, éramos cuatro hippies y los tipos del banco no lo podían creer, no tenían ni idea de quiénes éramos. Parte de mi plata fue para los teclados".

El verdadero adiós

Al terminar el show, se dispersaron, Charly se fue caminando por Corrientes con María Rosa Yorio. Nito se tomó un taxi, paró a comprar Crónica y se fue solo a comer a una pizzería.

"Era como ser anónimo y famosos al mismo tiempo —dice Charly—, la noticia no salió en ningún lado, eran tiempos oscuros y de alguna manera el recital fue una buena bombita, un plan bien ejecutado. Los recitales eran una trampa para ir preso, pero salió todo bien, fue una demostración de algo que no se veía y tuvo que ser aceptado por voto popular".

Después del cimbronazo, vino el entusiasmo. Estaba la película de Bebe Kamín, salió el álbum doble del recital. "Si nos fue tan bien por qué no seguir" fue el planteo. Entonces planearon un disco, Ha sido, que, como dice Charly, "no fue". Y empezaron una gira que tuvo un final infeliz, a fines de setiembre en Caleta Olivia. "Fuimos a tocar a un galpón y pusieron un escenario muy por encima de la gente —dice Nito—. Habría doscientas personas y hacía un frío de cagarse. Cuando volvimos, veníamos cada uno en un auto. Atrás salió la camioneta con los instrumentos y más atrás, Rinaldo con Juan. Cuando llegamos al hotel nos informan que la camioneta había volcado en la curva de la muerte, y que se habían desparramado todas las cosas. Es una curva muy conocida sobre un acantilado y abajo está el mar. El tipo que manejaba estaba puesto, volcó, la batería quedó partida al medio, el mini Moog en la barranca".

"Fue la confirmación material de que la cosa no iba más. La tapa de Adiós Sui Generis ya estaba decidida, sino la imagen de todos los instrumentos en la playa hubiera sido la contratapa", dice Charly.


El viernes 5 de septiembre, Clarín anunciaba en tapa: "Extremará el gobierno la lucha antiterrorista". Isabel Perón se reunía ese día con los "comandantes generales". López Rega tejía las redes de su Triple AAA. El sábado 6, la noticia fue: "El ejército va a intensificar su lucha contra la subversión". La suerte de la Argentina estaba echada. El adiós de Sui Generis coincidía con el fin de la inocencia y el comienzo del terror...