Grabaciones perdidas. Masters destruidos. Vueltas a los estudios. Sesiones veloces y sesiones eternas. Un disco terminado. Problemas para recordar quiénes habían tocado. Problemas con la discográfica. Una filtración en Internet. Presentaciones en vivo de un disco que no salía. Problemas por todos lados. Cuando Charly García empezó a grabar Kill Gil, en 2005, parecía que iba a terminarlo enseguida y nada hacía ver lo que vendría. Ahora, cinco años después, en medio de recientes rumores, renuncia del manager y la rehabilitación judicializada a la que es sometido, decidió editar una versión oficial remezclada y remasterizada de ese disco producido por Andrew Loog Oldham, que incluye un apropiadísimo cover de Lennon, la llamada segunda parte de “Cerca de la revolución”, la primera canción que compuso en su vida, canciones que hizo para su hijo y para Miranda!, una lindísima canción de amor inspirada en King Kong, y donde encuentran su lugar canciones que compuso para los regresos de Sui Generis y Seru Giran. Además viene con un DVD para escucharlo viendo más de cien pinturas que hizo durante la grabación. Acá, la historia completa del disco que podría dar por cerrada la etapa Say No More.
Si todos los plazos previstos se cumplieron, Kill Gil, el nuevo/viejo/inconcluso disco de Charly García ya debería haber hecho su aparición. La prevención no está de más: su fecha de lanzamiento estaba prometida para los primeros días de diciembre, pero se fue postergando. El 20 de diciembre, última fecha conocida, el disco estuvo ausente. ¿Qué le hace una mancha más al tigre? Frase curiosa, porque los tigres tienen rayas y no manchas, pero García es gato en el Chino y hay un parentesco entre ambos; como si fuera poco, este disco tiene una historia casi borgeana (a Jorge Luis le fascinaban los tigres). La copia blanca –un CD sin inscripciones, pero con las canciones dentro– anticipa que el objeto ya está; el arte de tapa recibido por mail confirma el hecho. Pero falta que finalmente aparezca, detalle no menor. ¿Por qué tanto problema con la fecha? Porque será el final del proceso más tortuoso que haya tenido que atravesar disco alguno en la historia para finalmente ser editado. El secuestro de Rock’n’roll, el disco tributo de John Lennon al estilo que lo hizo nacer como artista, por parte de un enajenado Phil Spector, palidece al lado de esta saga.
Kill Gil es un disco que parece maldito desde el arranque y fue concebido al calor de la fascinación de Charly García con el cine en general. En los tiempos en que tenía una filmadora (en los ’90), jugaba a ser un director afamado deformando algunos nombres: Eduardo Madera (Ed Wood), Bob Fossa (Bob Fosse), Tim Bardo (Tim Burton), Tarantini (Tarantino). Así, Kill Bill, que lo hechizó por tratarse de una historia sobre la venganza, pasó a mutar en Kill Gil. Comenzó a grabarse en el año 2005 y tuvo que atravesar el intestino de varios demonios para poder ser. Es más: se pensó que ese disco iba a permanecer por siempre semioculto, ya que alguien lo subió a Internet y así se desparramó entre su público. Ante la filtración, García prometió una y otra vez que iba a agregarle algunas cosas como para jubilar la versión pirata, pero eso jamás sucedió. Hasta ahora. Eso sí se hizo al menos.
La primera versión de Kill Gil sólo demoró unos meses en cobrar forma; García trabajaba relativamente rápido y bien dentro de su esquema caótico e impredecible. Pero una pelea con su técnico de grabación terminó con Charly destruyendo el master, por lo que tuvo que hacerlo de nuevo y con otro técnico. El estudio de grabación utilizado hasta entonces había sido Los Pájaros, el acogedor lugar que Palito Ortega posee en las inmediaciones de Luján, a pocos metros de la casa donde reside. El destino iba a querer que Charly también viviese unos cuantos meses en el lugar, pero eso sucedería más tarde. La segunda versión del disco fue registrada pacientemente por María Eva Albistur en su estudio personal, salvo aquello que requería el despliegue de una banda, que se grabó en lo de Palito. Esa fue la versión que apareció en Internet, base de la que ahora se lanzará al mercado, que es simplemente una versión mejorada. Sin embargo, entre una y otra cosa transcurrieron más de tres años.
La historia transitó por dos carriles (o dos canales); uno pertenece al ámbito legal; el otro también, pero ya referido estrictamente a Charly García, o al ciudadano Carlos Alberto García, que como todos saben estuvo (y continúa) en manos de la Justicia. Kill Gil tenía que ser editado por el sello EMI, al cual García le debía un disco, pero Charly no quería seguir con ellos, entre otras cosas porque también editaban los trabajos de su hijo, con el que estaba peleado en ese tiempo. Cuando finalmente García salió de sus internaciones de rehabilitación, en octubre de 2008, hubiera sido lógico que EMI editara el álbum y con eso liberara a García para que pudiera tomar otro camino. Pero había algunos impedimentos que la compañía interponía. Uno era el referido a los extractos de diálogo de la película Kill Bill, que Charly quería utilizar: no había modo de conseguir aquella autorización, según fuentes del sello, que hubiese preferido que regrabara sus grandes éxitos, con un elenco estelar de invitados. El otro tenía que ver con los créditos. ¿Quién había tocado en el disco? Nadie lo sabía a ciencia cierta y no había modo alguno de reconstruir aquella lista, fundamental para evitar juicios por omisión. Se conocía la participación de Andrew Oldham, el mítico primer manager de los Rolling Stones, y la presencia de los tres músicos chilenos que aún hoy acompañan a García, pero en aquel tiempo las comunicaciones trasandinas no parecían funcionar muy bien: no se los podía ubicar. Sin esa lista, el disco era legalmente inviable. En el medio estuvo la “Batalla Final de Mendoza”, con aquel épico final que terminó con García atado como un cordero rumbo al sacrificio de la desintoxicación, con escándalo mediático y subidos los peores y más humillantes momentos de su captura a Internet.
El “nuevo” Charly García pareció haber olvidado Kill Gil, como si el disco fuese el precio necesario para comenzar una nueva etapa. El 23 de octubre de 2008, cuando la jueza que entiende sobre su caso autorizó a algunos pocos amigos a que concurriesen a la quinta de Palito Ortega para festejar su cumpleaños en libertad, Charly ya tenía tres canciones nuevas, o que al menos no habían sido grabadas. Quince días después había dos más, una de las cuales era una de sus fabulosas adaptaciones al castellano de un tema perteneciente a un grupo americano. Al toque había grabado “Desarma y sangra” para el disco Cantora, de una sorprendida Mercedes Sosa ante un Charly “con voz de pajarito”. El proceso prometía. Charly quería sacar un EP inmediatamente por las expectativas que había en torno de su persona. Se le sugirió que aguardase. Eran los primeros brotes, pero ese incipiente proceso creativo se detuvo, y García tomó la colectora que pasó por aquel intempestivo show frente a la Basílica de Luján en marzo, y terminó depositándolo en su regreso pasado por agua en Vélez. En el medio, una de esas cinco canciones, “Deberías saber por qué”, se editó como simple. Otra, “La medicina del amor”, apareció en sus presentaciones en vivo. Las otras tres permanecen guardadas.
La tapa con la que el disco circuló cuando se filtró en Internet en 2007. Al lado, la tapa oficial del cd y dvd que acaba de salir.
“HAY QUE SER INTELIGENTE PARA SALVARSE”
Kill Gil estaba destinado a quedar en la historia como el álbum fantasma de Charly García; sin embargo, de buenas a primeras, se anunció su aparición en doble formato, CD/DVD, por Del Angel Feg, el sello discográfico de la productora Fénix, que ha estado por detrás de los distintos shows del artista. Lo primero que se percibe es que García ha querido ser fiel a la concepción original del álbum, pensado como un disco para ver, y es por eso que el DVD es una recorrida por más de cien de sus pinturas, algunas animadas gráficamente, que también han sido subtituladas con las letras, lo que permite una mayor comprensión del supuesto argumento de la obra. El 14 de mayo de 2007, Charly García lo explicó textualmente así: “Bill es un gil y la piba de la película, también. Y todos se matan. Y se asocia con una idea, que es la de que hay demasiada gente en el mundo que está al pedo. Y tal demostración de poder, con la técnica de los cinco puntos y todo eso. El monje ése le iba a enseñar el truco y ella lo mata con eso, por lo que no era ninguna santita. Y la novela detrás del disco puede que florezca o no, como Pete Townshend con Who’s Next, que tiene una historia, pero no se sabe bien qué es. En esa historia, un yo más joven, nacido en Nigeria, con un tío holandés (N. del R.: Charly tiene un antepasado de apellido holandés: Van Domcelaar) que me pone en la embajada, me voy a Estados Unidos y apenas llega (N. del R.: el cambio de registro, de primera a tercera persona, es textual) lo contratan de modelo por su look exótico. Y la madre, sabiendo que lo iban a contratar, se fue antes. El tiene un hijo con una de por ahí, es una especie de Hendrix del fashion, de ahora, y una remera que dice I hate New York. Un día pasa por un café o algo y escucha ‘We’ve Got to Get out of this Place’ de The Animals, y se le despierta el instinto patriótico, en el buen sentido. Es como que su sangre revive y sale del numb, del adormilamiento y de la comodidad que disfrutaba. El era semifeliz. Con eso le alcanzaba. Un día decide hacer una bomba como para volar algo, al estilo de las Torres Gemelas. Entonces empieza a cambiar, deja de dormir con la novia porque en esa cama no hay lugar para la bomba y la novia. Deja de dar propinas. Cambia sus hábitos. Se convierte en una persona rara. Y juega con eso como en serio. Es un poco la sensación que yo tuve cuando pasé por aeropuertos de Estados Unidos, como que uno es culpable. Yo me puse la camiseta de Kill Gil en Nueva York, y vi que pasaba algo. Es un delirio. El juega un poco con eso, nunca se ve el corazón de la bomba, se ve un diseño. Entonces pasa el tiempo, lo ven al tipo bien vestido en el Soho allá, termina de grabar un disco con músicos amigos, donde deja mensajes crípticos para sus seres queridos porque conocen el bullshit de la bomba y, bueno, si esta gente se aviva de lo que quiere decir, se salva o, si no, se muere. El no la quiere salvar del todo: hay que ser inteligente para salvarse. La cámara va, vuelve 30 años después, Nueva York sigue igual que siempre: no pasa nada. Pero hacen dos películas con Bruce Willis sobre la vida de este tipo: una especie de biopic donde Nueva York es atacada por los mosquitos, los comunistas, Godzilla y otros monstruos que hacen concha todo, no queda nada, lo único que queda es una chomba amarilla que dice I love New York”.
Si el oyente opta por el viaje que propone el DVD, con pinturas, animaciones y subtítulos, nada de este proto-argumento narrado por García se hará evidente. Pero sí tendrá el mejor de los viajes posibles, porque de esa manera Kill Gil gana en consistencia aunque, eso sí, el argumento surgirá de la asociación libre que cada mente pueda procurarse. La pregunta obvia: más allá del DVD (que da por cumplida la premisa del “disco para mirar” con la que García tanto insistió en su tiempo), ¿qué tiene de diferente esta versión oficial de la pirata que circula en Internet? No mucho, pero se percibe claramente que esta nueva versión cumple la función de “puesta en valor” de la obra. Si bien hay dos temas menos (“Un corazón para colgar” y “Play with Fire”, de los Rolling Stones, con Andrew Oldham compartiendo el micrófono con Charly), y la duración de las canciones ha sido ligeramente acortada, entre otras cosas, por la supresión de los diálogos de la película, el nuevo disco suena sensiblemente mejor. Algunos canales han ganado en volumen y otros han sido como limpiados (se adivina la mano experta de Mario Breuer en una remezcla y un remastering), lo que ayuda a que algunos detalles cobren brillo: una guitarra acústica en “Pastillas”, inaudible casi en la versión pirata, o el primer plano en un barrido final del piano de García en “No importa”, que permite apreciar una cita a sí mismo tocando una parte de su solo de sintetizador de “La grasa de las capitales”.
Las letras subtituladas permiten también apreciar mejor algunas segundas intenciones, como la que habla del viejo aparato represivo de la dictadura, decadente y pasado a retiro (“el Falcon verde que usabas para pasear, pasó de moda, no existe más”), la simple definición del amor en “King Kong” (“Cuando el amor está, no lo mirás; bailás y te reís”), o los juegos de palabras de “Telepáticamente”, aquella canción que grabara en Cuba con los músicos de Pablo Milanés. El tenue lifting sonoro, las pinturas del DVD y el arte de tapa constituyen razones de peso para que el fanático de García se haga del que puede ser el último trabajo de Say No More. Porque el viaje real es ése.
Una sinopsis de la “trama” del disco de puño y letra de Charly.
“PAGARAS CON INTERES”
¿Por qué el último trabajo de Say No More? Simplemente porque el círculo ha quedado cerrado (se repite: si el disco finalmente es editado). Kill Gil ofrece una fotografía del García espectral que quedó reverberando en el eco de nuestra cordura con su locura. Ese García, el del constant concept, el del random, el de Say No More en definitiva, entendiéndose esto como el personaje que comenzó a emerger con La hija de la lágrima como reacción a aquel Charly García superexitoso e intocable de los ’80, cayó abatido en Mendoza y lo que siguió fue brutal. Kill Gil congela esa imagen en el tiempo y la deposita en el presente como un souvenir de lo que fue; un recuerdo de una época irremediablemente ida y felizmente retirada, porque lo que seguía a ella era la muerte. Pero quizá no sólo la de García sino la de algún otro involuntario participante en ese experimento. Hay que recordar (o saber) que los médicos y la policía intervienen porque hubo un intento de asesinato, que difícilmente se hubiera llevado a cabo, pero que fue la luz de alarma para entender que García no sólo entrañaba un peligro para sí mismo sino también para terceros. Y eso es lo que habilita la acción de la Justicia, que finalmente le salva la vida.
Claro, ese proceso no fue gratis y García lo está pagando. Hay que verlo nomás, con el organismo alterado no sólo por los químicos sino por cierta propensión a la pastelería en general; con su voz empastada por el consumo de cigarrillos; con ese andar entre nubes que parece ser su deambular sobre el escenario; con esos dedos que parecen como frenados por algo que no se sabe muy bien qué es. En Chile no se lo vio muy bien, aunque piloteó con soltura un problema de sonido con una frase significativa: “Ya que bancamos la lluvia, banquemos la espera”. ¿No será una de esas expresiones del subconsciente? ¿O es un mensaje velado a sus fans? Quizá sólo sea cuestión de esperarlo un poco más, “si es que para de llover”. También se presentó en el Festival por los Derechos Humanos, el 12 de diciembre, en donde estuvo todo lo simpático que hoy puede ser. Tras cartón, su manager renunció por recomendación médica. Internet es un hervidero de rumores. La gente no parece verlo bien a García.
En el medio, la aparición de Kill Gil, como fantasma inesperado en esta historia, provee una distracción con un souvenir de otro tiempo. Permite cerrar el círculo, pero no atisbar lo que se viene. “Estamos juntos en la prisión, ¿adónde querés ir?”, canta al comienzo. “Pero mi telepática mente ya no aguanta más”, confiesa al final. Todo eso conforma un cuento de otros tiempos, que se puede ver con la tranquilidad de aquel que contempla los estragos que ha dejado la tormenta. Sin embargo, en el horizonte se perciben nubarrones. Aunque, ¿no está muy loco el clima últimamente? Todo puede cambiar en poco tiempo en el universo García... Como siempre.
Misteriosamente, mientras el dvd respeta a la perfección el orden de las canciones propuesto en el cuadernillo y la contratapa del disco, y que demuestra estar perfectamente pensado (incluso con algunos sonidos con que abren y cierran las canciones y que funcionan como enganches), y que propone un disco con una primera mitad en castellano y una segunda en inglés, para cerrar con “Telepáticamente”, el cd parece haber sido grabado casi al azar. ¿Un error? ¿O el juego para entender por qué es “un disco para mirar”? En cualquier caso, el orden no se corresponde, las canciones en los dos idiomas se intercalan y ni siquiera termina igual (y tampoco responde al orden del disco que se había filtrado en Internet). ¿Se solucionará en nuevas ediciones? ¿Cambiarán los cds a quienes lo quieran, o convendrá guardarlo como una rareza?
Por Sergio Marchi
Fuente: Página 12